Este martes 11 de junio se celebra en todo el país el Día del Vecino, una efeméride que busca resaltar la importancia de la convivencia, el respeto mutuo y la cooperación en la vida comunitaria. La iniciativa fue impulsada por Romeo Raffo Bontá, un vecino del barrio porteño de Villa del Parque, con el objetivo de fortalecer los lazos entre ciudadanos.
La elección de la fecha no fue casual: el 11 de junio conmemora la segunda fundación de la Ciudad de Buenos Aires, en 1580. Bontá, comprometido con la vida barrial desde los 22 años, vio en esta efeméride una oportunidad para promover los valores comunitarios. Su propuesta fue reconocida oficialmente en 1959, cinco años después de su fallecimiento.
En 1990, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dio un paso más y estableció el “Día del Vecino Participativo”, institucionalizando el homenaje en el calendario oficial. La iniciativa fue parte de una serie de acciones que Bontá promovió como presidente de la Asociación Vecinal de Villa del Parque, donde lideró campañas para mejorar la calidad de vida en la zona.
La figura de Bontá también ha sido reconocida con una plazoleta que lleva su nombre en su querido barrio. Su legado continúa vigente cada 11 de junio, recordando que una comunidad fuerte se construye con participación, solidaridad y compromiso ciudadano.
Pero más allá del espíritu cívico, el Día del Vecino también invita a pensar en esa fauna tan particular que habita los edificios. Porque si bien la convivencia puede ser enriquecedora, también es inevitable toparse con personajes inolvidables. A continuación, una lista de opciones que, tarde o temprano, te vas a cruzar en tu vida como vecino:
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La vieja chusma
Siempre barriendo los pasillos o espiando desde la puerta entreabierta, conoce todos los secretos del edificio… y si no, los inventa.
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El presidente de la comisión
Defensor de la democracia consorcial, vive para las asambleas y tiene una cruzada personal contra quienes no respetan el reglamento interno.
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La señora que siempre necesita ayuda
Se le rompió algo, no puede abrir un frasco o no entiende un archivo de Word. Y vos terminás siendo su asistente técnico no remunerado.
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El señor quejoso
Nada está bien. Todo le molesta. El agua sabe raro, la luz parpadea, el ascensor hace un ruidito… y así, infinitamente.
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La pareja que se pelea
Sus discusiones son tan intensas que a veces temés por su seguridad. No es amor sin objetos volando por el aire.
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El grupo de estudiantes
Siempre están de fiesta. Siempre tienen una cerveza en la mano. Te preguntás si cursan o si viven en una previa perpetua.
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La pareja muy cachonda
Sus ruidos atraviesan paredes, techos y horarios. La pasión no tiene descanso, tu sueño sí.
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El ladrón
Te roba el wifi, tus paquetes, tu paciencia. Fuma en tu terraza y arrastra muebles a las 3 de la mañana. Sospechás que algo raro se trae entre manos.
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Los niños hiperactivos
Corren, gritan, rebotan, caen y siguen corriendo. Sus padres dicen que “son chicos”. Vos decís que son una amenaza acústica.
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El viejo místico
Te ofrece una “limpieza energética” cada vez que lo ves. Huele a incienso y viste como un gurú. Sospechás que hay algo raro en su mirada.
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El misterioso
Lo viste dos veces en cinco años. Vive ahí, dicen. Pero aparece tan poco que empezás a pensar que es un fantasma.
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El abuelo confundido
Cree que vivís en su casa. Te llama Isabel y te pide que lo ayudes a encontrar su dentadura. Le explicás con ternura que vive enfrente.