La llegada del Año Nuevo suele estar asociada a celebraciones, balances y reuniones, pero para muchas personas el 31 de diciembre se convierte en un momento difícil atravesado por la soledad y la presión social de “tener que estar bien”, una combinación que puede intensificar el malestar emocional en el cierre del año.
Según especialistas en psicología, estas fechas están cargadas de mandatos que imponen la idea de felicidad obligatoria en compañía, lo que hace que quienes pasan la noche solos sientan con mayor fuerza el contraste entre lo que viven y lo que creen que deberían estar viviendo, sumado a duelos, pérdidas o metas no cumplidas que suelen reaparecer en los balances de fin de año.
Los profesionales distinguen entre aislamiento y soledad, al señalar que no siempre se trata de estar objetivamente solo, sino de una vivencia interna vinculada a la falta de conexiones significativas, incluso en contextos donde hay vínculos presentes, una percepción que puede profundizar emociones como tristeza, ansiedad o miedo.
Frente a este escenario, recomiendan validar las emociones sin culpa, cuestionar las expectativas externas y elegir activamente cómo transitar la noche, ya sea a través de rituales personales, actividades significativas o pequeños gestos de conexión genuina como una llamada o un mensaje sincero.
También sugieren resignificar la soledad como un espacio de encuentro con uno mismo, aprovechar la fecha para la reflexión personal y recordar que el 31 de diciembre es solo un día más del calendario, donde el cuidado emocional y la autenticidad resultan más importantes que cumplir con modelos impuestos de celebración.





