En las semanas previas a las Fiestas suele registrarse un aumento del estrés, la irritabilidad y la autoexigencia, un fenómeno conocido como “síndrome de fin de año”, que se vincula con el cansancio acumulado, las presiones sociales y las expectativas personales propias del cierre de un ciclo.
Especialistas explican que muchas personas llegan a diciembre atravesadas por el agotamiento mental y físico, lo que las vuelve más reactivas, propensas a discusiones, decisiones impulsivas y estados de tensión constantes, atravesadas además por un balance interno de lo logrado y lo pendiente durante el año.
En esta etapa también se intensifica la exigencia de “hacer todo antes de que termine el año”, ya sea cerrar proyectos, cumplir compromisos, organizar celebraciones o realizar cambios personales, una dinámica que lejos de aliviar genera una sobrecarga emocional que termina afectando el bienestar.
Desde el enfoque de la salud mental recomiendan priorizar lo verdaderamente importante, poner límites, no abandonar hábitos saludables como el descanso, el ejercicio y las pausas necesarias, y comprender que muchas de las presiones que aparecen en esta época no son urgentes ni esenciales.
Entre las principales señales de alerta se destacan la dificultad para dormir, la irritabilidad constante, los pensamientos acelerados y la sensación permanente de exigencia, ante lo cual se aconseja frenar, enfocarse en los vínculos, recuperar el tiempo de calidad y transitar las Fiestas con mayor tranquilidad emocional.





